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En los primates hominoides, entre los que se incluye la especie humana, el coxis o cóccix (del latín coccyx, y este del griego κόκκυξ /kokix/)[1] es la última pieza ósea de la columna vertebral y el vestigio de una cola que, en el caso de los embriones humanos, aparece hacia el final de la cuarta semana del desarrollo embrionario para desaparecer en el inicio de la octava semana (Moore y Persaud, 2003). A partir de la octava semana de su desarrollo, el embrión deja de tener una cola diferenciada y pasa a tener una columna vertebral terminada en un coxis interno.
El coxis es un hueso corto, impar,[nota 1] central, simétrico, en forma de triángulo, con base, vértice, dos caras laterales y dos bordes. Está compuesto de tres a cinco piezas óseas separadas o fusionadas (las vértebras coccígeas) y se encuentra justo debajo del hueso sacro, al que se adjunta mediante una articulación fibrocartilaginosa, la sínfisis sacrococcígea, que permite un movimiento limitado entre sacro y coxis. A pesar de ser el vestigio de una cola, el coxis posee todavía una función anatómica, pues sirve de apoyo para un cierto número de ligamentos y músculos.[2]
El coxis no participa con las demás vértebras para soportar el peso corporal en bipedestación; sin embargo, en sedestación puede flexionarse anteriormente de forma ligera, lo que indica que está soportando parte del peso. El coxis ofrece inserciones para parte de los músculos glúteo mayor y coxígeo y para el ligamento anocoxígeo, intersección fibrosa de los músculos pubocoxígeos.
El coxis se clasifica dentro de los huesos de las extremidades inferiores, ya que las vértebras de la columna están unidas al sacro y este posteriormente al coxis, por debajo del sacro continúan las vértebras coxígeas, las que sí reciben la categoría de huesos vertebrales.